paciencia.*
Nunca me he considerado una persona paciente. Cuando era niño no tenía la capacidad de soportar pruebas o retos sin alterarme, las tareas medianamente minuciosas acababan en cuasi-locura, me desesperaba cuando había que esperar, y fuera de las tareas escolares (que no eran opcionales sino responsabilidad fatal) terminaba muy pocas de las empresas que significaran un reto personal. La cuarta definición de la Real Academia Española para la palabra paciencia, que reza "Lentitud para hacer algo" quizá aplique en mi caso, pero me temo que esa definición implica la culminación de un acto... así que... no, tampoco aplica(ba).
Como dibujante amateur, yo era el ejemplo perfecto de la impaciencia: cualquier intento por poner en grafito, tinta u otros medios algo que se apareciera en mi cabeza (un borreguito, un perro, un rostro humano) era motivo de hojas hechas bola, lápices rotos, sudoración excesiva, llanto, gritos, berrinches, frustración y parte de la neurosis y la explosividad que aún traigo a cuestas -y de la que de ningún modo me enorgullezco-. Y no se trataba de pataletas de artista perfeccionista - divo wannabe; de verdad mis intentos de dibujo eran totalmente desproporcionados, chuecos, incompletos, ilegibles y sobre todo risibles. Resulataría bastante gráfico encontrar alguno de esos intentos y pegarlo aquí, pero me temo que la mayoría -si no es que todos- terminaron en la basura de una galaxia muy, muy lejana (aprovéchense, que no soy fan de la serie y quizá esta cita valga oro algún día).
Mi hermano mayor, por otra parte, desde pequeño lograba plasmar en papel cosas sencillas a color o en un solo tono. Sencillas, pero bien representadas. Era bueno armando y pintando modelos de plástico, diseñando y cumpliendo los retos de habilidad más absurdos y haciendo manualidades de papel que hallábamos en el famosísimo tomo 13 de "la enciclopedia azul" (la Nueva Enciclopedia Temática que años más tarde vería adornando montón de casas, despachos y consultorios de dentistas y médicos generales). Incluso era capaz de dibujar, recortar, ajustar y armar maquetas de pueblitos enteros para el "Nacimiento" de la casa de mis papás. No resulta nada sorpresivo que él haya terminado estudiando Arquitectura, y dicho sea de paso, siendo un muy buen Arquitecto.
Dice la abuela que la paciencia es una flor que no florece en todos los jardines. Ok, no lo dijo la abuela, tal vez lo leí por ahí. Lo malo es que exactamente eso pensaba yo, y lo peor de todo: me lo creía. Uno de niño (y algunos de adultos) tiene la mala costumbre de compararse con los hermanos y creer que se nace bueno para algunas cosas y malo para otras. Mi hermano dibujaba lo que le venía a la mente y yo rumiaba mis penas y golpeaba la pared porque ni una copia de algo simple me salía derecha. Afortunadamente mi madre se dio cuenta de esta frustración y la convirtió en fuerza: "si sigues destruyendo todo lo que empiezas, nunca vas a terminar nada; sigue intentando". Jajaja, como calcomanía de Sabritas o tapita de Frutsi, pero con esa sabia voz que te mira a los ojos y te llega al alma.
Y seguí intentando, dibujando, haciendo bolitas de papel -y llorando (lloraba muchísimo), hasta que logré hacer dibujitos lo suficientemente decentes para adornar mis tareas escolares y ganarme más tareas en clase ("a ver, Humberto, tú que dibujas bonito copia este diagrama del cuerpo humano en el pizarrón...") Gracias a tantos corajes convertidos en ese otro tipo de coraje que es el que sí sirve, aprendí a amar un cuaderno sin líneas. Incluso me animé a participar en concursos infantiles de dibujo (siguiente tipo de frustración y berrinche marca Anjesen: "¡ese dibujo tan bien hecho no lo hiciste tú!"... ¡demonios!).
“Solamente aquellos que tengan la paciencia de hacer a la perfección lo trivial, podrán adquirir el hábito de ejecutar lo difícil con facilidad.” Johann Christoph Friedrich von Schiller
Y así es como la cosa funciona en la vida real. ¿Quieres tocar un solo de guitarra? Calienta los dedos, aprende solfeo, practica las escalas, deja que el metrónomo te guíe a paso lento, repite, repite, repite: para aprender a tocar, toca. "Hacer a la perfección lo trivial" suena tremendamente difícil, y lo es: tan difícil como caminar, hablar, sumar, anotar una canasta, usar el teléfono móvil, nadar, cocinar e incluso amar. La escalera para cada logro está hecha de esfuerzos. La idea es hacer todo lo posible por mejorar a cada paso, y en seguida proponerse una nueva meta. La perfección es una pesadilla que sólo un ser más allá de lo humano podría soportar.
De mi experiencia propia deduzco que: La paciencia es pura terquedad, obstinación, pertinacia, tenacidad, persistencia para lograr lo que deseas. Si lo deseas, hazlo posible. Si lo amas, ejércelo. Nada empieza en la perfección, ni siquiera la vida (a menos que creas en la creación divina, en cuyo caso sabrás que los humanos no estamos ni cerca de esa perfección).
¿Y qué pasa con esos detalles, errores o peculiaridades que se repiten una y otra y otra vez en tus trabajos, a pesar de que quieres superarlos? Bueno, tal vez estés en el punto en el que debas evaluar: ¿son realmente errores, faltas de técnica o percepción; o son parte de tu estilo y de tu forma de representar las cosas y comunicarte con otros? Sin apartarnos de la suficiente seriedad, madurez y sencillez para aceptar la crítica y seguir aprendiendo día a día, quizá a todos nos hace falta tomar en cuenta algo que dijo Quinto Horacio Flaco: “Lo que no se puede evitar hay que llevarlo con paciencia.”
*Fuente: Diccionario de la lengua española, vigésima segunda edición en línea. (RAE)
Les dejo un avance de las líneas de arte para el fondo de "Té-chai Tai-chi"; una obra que me está tomando mucho más tiempo del que pensaba y que nuevamente está poniendo mi paciencia a prueba. Los únicos berrinches que hago por el momento respecto a esta actividad están relacionados con la lentitud de mi máquina para abir el archivo en Painter y guardar los avances, y el tiempo libre que mi otro trabajo me deja para seguirle a esto.
Confieso que las micro-tareas repetitivas (como las flores en un jardín, las multitudes en una plaza, o los adornos de los pedestales, en este caso) aún me desesperan. Afortunadamente la carencia de billete me impide aventar la computadora o romper le pluma de la tableta. Ningún objeto ni ser vivo ha resultado dañado o destruido en el proceso creativo ni en la ejecución de este blog o de mis proyectos gráficos.
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